La Santísima Virgen María es una gran Señora, llena de gracia y de virtudes; es Madre de Dios y nuestra Madre y Abogada en el cielo. Está en el cielo en cuerpo y alma. Es invocada con varios títulos, tales como: Inmaculada Concepción, del Carmen, del Rosario, Auxilio de los Cristianos, etc.
Después de Jesús, debemos profesar a María Santísima el mayor amor.
MOTIVOS
I.- María es la más privilegiada y amada de Dios entre todas las puras criaturas.
II.- María es Madre de Dios. Por consiguiente, todo el honor que tributamos a María redunda en honor de Dios.
III.- María es nuestra Madre y Abogada en el cielo. Jesús desde la cruz dijo a su discípulo Juan: "He ahí a tu madre", refiriéndose a María. San Juan representa a todos los buenos cristianos, a quienes Jesús dio por madre a su propia Madre.
IV.- El ser devoto de María es señal de predestinación, según dicen San Anselmo, San Alfonso y otros santos. Predestinación significa ser elegido para el cielo.
V.- La Santa Iglesia nos da ejemplo de cómo debemos ser devotos de María. La honra con un culto superior al de todos los Santos. Le dedica muchos templos muy suntuosos, e imágenes muy devotas.Tiene establecidas muchas festividades, oraciones y prácticas devotas en su honor.
VI.- Dios se complace en conceder gracias muy extraordinarias, y a veces hasta milagrosas, a los que con fe acuden a María .
1º- Evitar el pecado e imitar sus virtudes. Lo que más aborrece María es el pecado. Debemos procurar imitar a María especialmente en la humildad, castidad y caridad.
2º- Comulgar a menudo. Causa gran satisfacción a María el vernos unidos con Jesús en la sagrada Comunión.
3º- Rezar el Santo Rosario, llevar escapulario o medalla y practicar otras obras piadosas en su honor. Además del Ave María, la Santa Iglesia nos enseña a implorar la protección de la Virgen María con la Salve:
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra.
Dios te salve.
A Ti clamamos los desterrados hijos de Eva,
a Ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora Abogada Nuestra,
vuelve a nosotros ésos tus ojos misericordiosos,
y después de este destierro, muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre. Oh, clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María.
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios,
para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
Amén.
Los santos son los justos del cielo que practicaron la virtud en grado heroico durante su vida mortal.
Dios confirmó la santidad de su vida y su gloria por medio de milagros. Sólo la autoridad suprema de la Iglesia puede canonizar, esto es, declarar santo a uno de sus hijos.
Cuando muere alguna persona que ha vivido con piedad y santidad extraordinarias, se dice que muere "en olor de santidad" y se llama "Siervo de Dios".
La veneración e invocación públicas de los que han muerto están prohibidas antes que el Papa declare su santidad. Pero si estamos convencidos de que una persona ha vivido santamente y está en el cielo, podemos privadamente venerarla, honrar su imagen e invocar su intercesión.
En este caso, dicho Siervo de Dios se llama "Venerable", cuando el Papa ha dado el decreto aprobando todas sus virtudes como practicadas en grado heroico. "Beato", cuando el Papa da el decreto de beatificación, declarando que el Siervo de Dios está en el cielo. "Santo", cuando el Papa le canoniza, esto es, agrega su nombre al catálogo de los Santos.
A los Beatos se les puede rendir culto público sólo en los lugares indicados en el decreto pontificio.
A los Santos se les puede rendir culto público en todas partes.
Dios los ha colmado de gracia y de gloria y son nuestros protectores en el cielo. El honor que tributamos a los Santos redunda en honor del mismo Dios. Dios quiere que honremos a los Santos; por esto ha dispuesto concedernos gracias especiales por su intercesión. Dios es quien concede las gracias; los Santos son nuestros intercesores.
La oración a los Santos, aunque muy laudable y útil, no es obligatoria. Jesucristo es el único mediador necesario ante el Padre: los Santos piden por los méritos y en nombre de Jesucristo.
El culto de los Santos es muy distinto del que se da a Dios. A Dios se da el culto de latría, esto es, la adoración propiamente dicha, como Ser Supremo y Señor de todo el universo. A los Ángeles y Santos se da el culto de dulía, esto es, una veneración especial como siervos fidelísimos de Dios.
A la Santísima Virgen se da el culto de hiperdulía, esto es, una veneración superior a la de todos los Ángeles y Santos por ser Madre de Dios.
Conviene tener devoción especial:
1º- a San José, Patrón de la Iglesia universal.
2º- A los Santos Ángeles de la guarda.
3º- A los Santos Apóstoles.
4º- Al Santo de nuestro nombre.
5º- A los Santos Patronos de la diócesis y parroquia, y del oficio o profesión de cada uno.
El modo práctico de venerar a los Santos es imitar sus virtudes y pedirles intercedan por nosotros delante de Dios.
Las imágenes de Jesucristo y de los Santos son para que por ellas nos acordemos de los que están en el cielo, y en sus imágenes les hagamos reverencia.
Un hijo hace honor al retrato de su padre, un súbdito al de su rey; con más razón podemos rendir honores a las imágenes de Jesús y de los Santos. Los honores que tributamos a las imágenes no los dirigimos a la materia (tela, papel, madera o metal), sino a las personas que las imágenes representan.
Veneramos las reliquias de los Santos, porque sus cuerpos han sido templos vivos de Dios y han de resucitar gloriosos al fin del mundo. Dios ha hecho con frecuencia milagros por las reliquias de los Santos.
Queridos lectores y amigos de formación:
Con esta lección estamos terminando la segunda parte de nuestro catecismo católico, que corresponde a la oración. Próximamente estaremos abordando la tercera parte, correspondiente a lo que debemos obrar en nuestra vida para alcanzar la salvación.
Los espero en las próximas lecciones, y no se olviden, como siempre exhortamos, de rezar y meditar estas breves pero ricas lecciones, que de lo contrario, de nada serviría.
¡Feliz semana y bendiciones de nuestro Buen Dios y su Madre, María Santísima!
Formación con Luis María