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El Espíritu Santo es la tercera persona de la Santísima Trinidad

Ya estamos en la lección 12 de nuestro Curso de Formación. Hemos llegado al artículo XIII del Credo. No es poco. Tenemos bastante material para seguir rumiando y sacando jugo para nuestro provecho espiritual.

Y he aquí que presentamos hoy una lección del todo jugosa: una excelente hoja de ruta para una vida espiritual seria y feliz. Quien lograse vivir de esta fuente de santidad, ciertamente gozará de sus delicias.

Veamos:

Se llama Espíritu Santo, porque procede del Padre y del Hijo por espiración o amor.

Al Espíritu Santo se le atribuyen especialmente la santificación de las almas y la dirección de la Iglesia.

Los dones del Espíritu Santo son siete: Sabiduría, Entendimiento, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad y Temor de Dios.

Sabiduría para conocer las cosas de Dios y encontrar gusto en ellas.

Entendimiento para entender las verdades de la fe y saber obrar conforme a ellas.

Consejo para elegir pronto y decididamente el bien.

Fortaleza para cumplir con valor nuestros deberes.

Ciencia para saber usar bien de las cosas creadas y dirigirlas a Dios, su último fin.

Piedad para amar a Dios como a Padre.

Temor de Dios para temer el ofender a Dios más que cualquier otro mal.

Los frutos del Espíritu Santo son doce: Caridad, Gozo, Paz, Paciencia, Benignidad, Bondad, Longanimidad, Mansedumbre, Fe, Modestia, Continencia y Castidad.

Caridad es el amor con que los buenos aman a Dios.

Gozo es la alegría que causa a los buenos el ser amigos de Dios.

Paz es la tranquilidad y quietud de ánimo en que viven los buenos.

Paciencia es la resignación y gusto con que los buenos se conforman a la voluntad de Dios en cualquier tribulación

Benignidad es el modo suave con que los buenos tratan a todos.

Bondad es la voluntad y el deseo que tienen los buenos de hacer al prójimo todo el bien posible.

Longanimidad es el grande ánimo que tienen los buenos; pues toda su confianza está puesta en Dios.

Mansedumbre es la igualdad de ánimo con que los buenos sufren las injurias, sin indignarse.

Fe es la fidelidad con que los justos creen todo lo que Dios ha revelado.

Modestia es el cuidado, recato y delicadeza con que los buenos proceden en todos sus actos.

Continencia es la solicitud que tiene los buenos para reprimir las pasiones desordenadas.

Castidad es aquella pureza interior que guardan los buenos, aborreciendo las cosas deshonestas y huyendo de las ocasiones.

¡Cuán hermosa es el alma que tiene los dones y frutos del Espíritu Santo! Los tiene el alma que está en gracia de Dios. En esta alma tiene el Espíritu Santo su morada especial.

Pidamos al Espíritu Santo que nos envíe sus dones y el deseo de vivirlos. Y de nuestra parte, procuremos estar en gracia siempre.


Luis María

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