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Es cosa muy buena comulgar lo más a menudo posible, siempre que se haga con las debidas disposiciones. 

Comulgar es el acto más sublime de nuestra vida, porque la Comunión nos hace una misma cosa con Jesucristo. Siendo Dios infinitamente sabio, rico, bueno y poderoso, no supo, no tuvo, ni pudo darnos cosa mejor que la que nos da en la Sagrada Comunión. 

Jesús manifestó el amor infinito que nos tenía dándose a Sí mismo para alimento de nuestra alma. Desea que nos acerquemos a menudo a la Sagrada Comunión. Por esto la instituyó bajo las apariencias del pan y del vino, para indicarnos que siendo éste el alimento más usado para la conservación de la vida corporal, así debe serlo la Sagrada Comunión para la conservación de la vida espiritual. 

La Iglesia desea que todos los fieles oigan Misa y comulguen diariamente. Así lo practicaban los primeros cristianos y actualmente muchos cristianos fervorosos también lo practican. ¿Por qué no hacerlo todos los que tienen posibilidad para ello? 

Para excusarse de comulgar a menudo, algunos dicen que no son dignos de comulgar con frecuencia. Pero la única indignidad para comulgar es tener el pecado mortal; el que lo tiene debe quitarlo cuanto antes y comulgar. 

Otros alegan que la obligación de comulgar es solo una vez al año. Pero deben advertir que para la vida corporal no nos contentamos con lo estrictamente necesario, por ejemplo: pan y sopa solamente para comer, una cueva para dormir, etc. Buscamos muchas otras cosas sin las cuales podríamos vivir, pero nuestra vida sería un poco halagüeña. Con más razón no debemos contentarnos con lo estrictamente necesario para la vida del alma, puesto que el alma vale imponderablemente más que el cuerpo. 

Palabras del Concilio Tridentino sobre la comunión frecuente: “El santo Concilio desearía con ardor que en cada Misa comulgasen los fieles presentes, no sólo espiritualmente, sino también sacramentalmente”. 

Nuestro Señor Jesucristo, la Santa Iglesia, nuestro propio interés nos estimulan a comulgar diariamente, o lo más a menudo posible. 

El que comulga a menudo tiene muy grandes ventajas. 

PRINCIPALES VENTAJAS DE LA COMUNIÓN FRECUENTE  

1º Asegurar la salvación del alma.  

2º Ganar grandes premios para el cielo.  

3º Satisfacer, del todo o en parte, por las penas temporales debidas por los pecados, y aliviar mucho a las Benditas Ánimas del Purgatorio.    

Primera ventaja:  Asegurar la salvación del alma.    

Quien comulga con frecuencia, vive habitualmente en gracia de Dios; pues difícilmente comete pecado mortal, y si alguna vez tiene la desgracia de cometerlo, se reconcilia pronto con Dios. 

Nuestro Señor Jesucristo dijo: “El que come mi carne y bebe mi sangre tendrá la vida eterna”. Por consiguiente, cuanto más a menudo se comulgue, tanto más segura se tiene la vida eterna, esto es, la salvación del alma. Esta sola ventaja debiera bastar para animarnos a comulgar todo lo más a menudo posible. No estamos en este mundo para otra cosa que para salvar nuestra alma. 

Segunda ventaja:  Ganar grandes premios para el cielo.   

Dios nos concede la vida presente para que ganemos méritos y premios para la eternidad. Todas las obras buenas son agradables a Dios; pero consideradas en sí mismas, unas son de mucho más valor que otras. Como el diamante entre las piedras preciosas es la comunión entre las obras buenas. Lo que ahora sembramos, después cosecharemos. Cada vez que comulgamos ganamos un tesoro más precioso que todo el oro del mundo. 

Los hombres mundanos buscan con mucha diligencia las riquezas de la tierra, que valen muy poco y pronto se han de acabar. Con más razón nosotros debemos buscar las riquezas del cielo, que son de un valor infinito y para siempre han de durar. Muchos envidian la suerte de los ricos millonarios y archimillonarios y quisieran poseer una fortuna igual. Pues ¡están equivocados! Los verdaderamente ricos y felices son los cristianos fervorosos que oyen Misa y comulgan diariamente. Esta es la suerte que hemos de envidiar sanamente y procurar hacer lo posible para alcanzarla.  

Tercera ventaja: Satisfacer por las penas temporales debidas por los pecados, y aliviar mucho a las Benditas Animas del Purgatorio.    

Enfermedades, reveses de fortuna, y otras desgracias en esta vida, y el purgatorio en la otra, son las penas temporales que nos pueden sobrevenir por los pecados veniales, y aun por los mortales perdonados en cuanto a la culpa y pena eterna, pero de los cuales no se ha hecho la debida penitencia. Hemos de temer mucho más las penas del purgatorio que las de este mundo. ¡Cuánto se sufre en el purgatorio!... se merece por faltas muy pequeñas, ¡y cometemos tantas!... 

Para satisfacer mucho y con poso trabajo por estas penas temporales y aliviar a las Benditas Animas del Purgatorio, el gran medio es oír Misa y comulgar todos los días, o lo más frecuentemente posible.  

Cristiano, al oír Misa, examina tu conciencia: si no tienes pecado mortal y estás en ayunas, procura comulgar. Si estás en pecado mortal, confiésate y acércate también a la sagrada comunión.  

¡Ojalá amásemos tanto al Divino Redentor que procuráramos recibirle todos los días sacramentalmente; y, cuando esto no nos fuere posible, lo supliéramos con el deseo, esto es, con la comunión espiritual!

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