Queridos amigos y lectores de formación:
Hoy nos adentramos en la segunda parte de nuestro catecismo católico. Y para ello, introducimos el tema mencionando la segunda virtud teologal: La Esperanza.
Esperanza es una virtud sobrenatural por la cual confiamos firmemente alcanzar la gloria celestial.
Como se ve, no es una simple esperanza terrenal, de alcanzar algún bien material. Esta Esperanza tiene otro objeto: el cielo.
Fundamos nuestra esperanza en los méritos de Jesucristo y nuestras buenas obras. Los méritos de Jesucristo y nuestras buenas obras son como dos alas para que nuestra alma pueda volar al cielo.
Los méritos de Jesucristo no nos faltarán jamás; lo que puede llegar a faltarnos es nuestras buenas obras.
El gran medio para asegurar estas buenas obras y la perseverancia en ellas hasta la muerte es la oración.
A continuación, entonces, estudiemos el tema que nos toca, esencial también para salvarnos.
Oración es levantar el corazón a Dios y pedirle favores.
La oración es: mental y vocal.
Oración mental es la que se hace ejercitando las potencias del alma. Las potencias del alma son tres: memoria, entendimiento y voluntad. En la oración mental la memoria recuerda alguna verdad cristiana; el entendimiento reflexiona sobre ella, y la voluntad hace varios actos, como dolor de los pecados, propósito de confesarse, cambiar de vida, afectos de amor a Dios...
El que hace bien la oración mental, aunque sea solo un cuarto de hora diariamente, conservará fácilmente la gracia de Dios. Dice San Alfonso: “El que ora se salva; el que no ora, se condena”.
Es de ayuda para la oración mental leer la Sagrada Escritura o algún libro de espiritualidad bueno.
Oración vocal es la que se hace con palabras exteriores, como cuando rezamos el Padre Nuestro. En la oración vocal se debe evitar la precipitación. Se debe orar con atención, humildad, confianza y perseverancia. La distracción involuntaria no quita el mérito o valor de la oración.
Es necesario orar frecuentemente, porque Dios lo manda, y de ordinario sólo por medio de la oración concede las gracias espirituales y temporales que necesitamos.
Conviene orar al levantarse y al acostarse, y a menudo, especialmente en las tentaciones o peligros. La oración bien hecha, nos alcanza siempre del Señor lo que pedimos u otra cosa mejor. Jesucristo dijo: "Pedid y recibiréis". La oración que se hace pidiendo la salvación de la propia alma, tiene un efecto infalible. Por eso: “El que ora se salva; el que no ora, se condena”.
Debemos pedir ante todo e incondicionalmente el perdón de nuestros pecados, la gracia de Dios y la perseverancia en ella hasta la muerte. Los demás bienes hemos de pedirlos condicionalmente, esto es, si son para mayor gloria de Dios y bien de nuestra alma.
Cuando Dios no nos concede lo que le pedimos, es porque oramos mal, o porque pedimos cosas no conducentes a nuestro bien espiritual.
Debemos pedir en nombre de N. S. Jesucristo, como Él nos lo enseña y lo practica la Santa Iglesia, quien termina las oraciones con estas palabras: “Por Jesucristo nuestro Señor”.
Oración jaculatoria es una oración brevísima, por ejemplo: ¡Dios mío, os amo de todo corazón!, ¡Antes morir que pecar!, ¡Virgen Santísima, ayudadme!, ¡Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío!, ¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación del alma mía!, etc. Conviene hacer muy a menudo oraciones jaculatorias, pues son de mucha utilidad y un medio muy eficaz para vencer las tentaciones.
El Padre Nuestro
"Padre Nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo. El pan nuestro de cada día dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores; y no nos dejes caer en la tentación; mas líbranos del mal. Amén".
Los Apóstoles dijeron a Jesús: “Maestro, enséñanos a orar”. Jesús les respondió: “Cuando queráis orar, decid: Padre nuestro...”
El Padre nuestro se llama oración dominical, porque la compuso N. S. Jesucristo para enseñarnos a orar, y dominical viene de "Dominus", Señor. Por consiguiente, es la mejor de las oraciones; contiene todo cuanto debemos pedir.
En el Padre nuestro hay siete peticiones.
Empezamos diciendo: Padre nuestro.
¡Padre! ¡Qué palabra tan consoladora, tan propia para inspirarnos confianza! Sólo porque Jesucristo nos lo ha dicho, podríamos animarnos a llamar Padre al que es el Ser Supremo, Señor del cielo y de la tierra. Dios es nuestro Padre: Él nos ha criado a su imagen, nos conserva y gobierna con su providencia, y por la gracia somos sus hijos adoptivos y herederos del cielo.
Llamamos a Dios: “Padre nuestro”, y no: “Padre mío”, porque todos somos sus hijos; por lo cual hemos de mirarnos y amarnos todos como hermanos.
Decimos: “que estás en los cielos”, para levantar nuestra mente y corazón hacia el cielo, objeto de nuestra ESPERANZA, que es el lugar donde Dios manifiesta a sus hijos el esplendor de su gloria.
Primera petición: santificado sea tu nombre
Pedimos que Dios sea conocido y amado por todo el mundo. Ésta es la primera petición, porque el primer deseo de nuestro corazón debe ser buscar la gloria de Dios, antes que nuestros intereses y provecho. Buscamos la gloria de Dios, si procuramos cumplir bien su santa ley.
Segunda petición: Venga a nosotros tu reino
El reino de Dios es su gracia en esta vida y su gloria en la otra. La Iglesia militante se llama también reino de Dios; pedimos que todos los hombres la conozcan y formen parte de ella.
Tercera petición: Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo.
Pedimos la gracia de hacer siempre la voluntad de Dios; no que Dios haga la nuestra.
Cuarta petición: El pan nuestro de cada día dánosle hoy
La palabra "pan" significa todo lo necesario para la vida del alma y del cuerpo.
Quinta petición: y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.
La palabra "deudas" significa pecados. La palabra deudores se refiere a los que nos han ofendido. Los que no quieren perdonar al que los ofendió, al rezar el Padre nuestro, se condenan por sí mismos, diciendo a Dios que les perdone, como ellos perdonan a su prójimo.
Sexta petición: y no nos dejes caer en la tentación
Tentación es una incitación al pecado. El pecado está, no en tener tentaciones, sino en consentirlas. Dios permite que seamos tentados:
1º- Para probar nuestra fidelidad.
2º- Para darnos ocasión de perfeccionar nuestra virtud.
3º- Para que tengamos más mérito y premio.
Por esto, no pedimos que no tengamos tentaciones, sino que no caigamos en ellas.
Séptima petición: Mas líbranos del mal
Pedimos nos libre Dios del sumo mal, que es el pecado y su castigo. Pedimos a Dios que nos libre del resto de los males, según convenga para nuestro bien espiritual. Las penas de esta vida, lo mismo que las tentaciones, son permitidas por Dios para nuestro bien espiritual, porque:
1º- Estas penas nos hacen comprender claramente que este mundo es un destierro, un valle de lágrimas; y nos hacen concebir deseos de ir pronto al cielo.
2º- Estas penas nos hacen más semejantes a Jesucristo, que fue propiamente Varón de dolores. Es justo que le acompañemos en el sufrimiento, si queremos acompañarle en la gloria.
3º- Estas penas, sufridas con paciencia, son motivo de gran mérito y premio para el cielo. Son tesoros preciosísimos que el Señor nos ofrece.
Si los hombres conociesen el valor de estas penas, pedirían a Dios que no se las quitase, sino que les diese más y la debida paciencia para sufrirlas.
Amén, al fin del Padre nuestro, quiere decir: Así sea, así lo espero.
El Padre nuestro debe rezarse frecuentemente, sin precipitación, sin cambiar, añadir o quitar palabras.
Después del Padre nuestro, para alabar a la Santísima Virgen y pedir su poderosa intercesión, es muy provechoso rezar el Ave María.
"Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres; y bendito es el fruto de tu vientre: Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén".
Las palabras con que está compuesta el Ave María pertenecen: parte el arcángel San Gabriel, parte a Santa Isabel, y parte a la Santa Madre Iglesia.
El Arcángel San Gabriel, al anunciar a María que sería la Madre de Dios, la saludó diciéndole: “Dios te salve, llena eres de gracia, el Señor es contigo: bendita tú eres entre todas las mujeres”.
Santa Isabel, al ser visitada por María, que era ya Madre de Dios, le dijo: “Bendito es el fruto de tu vientre”.
Las demás palabras son de la Santa Madre Iglesia. Allí pedimos una gracia enorme, la más grande de las gracias: la perseverancia final, a través de María: "Ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte"
El Ave María se llama "salutación angélica", porque empieza con las palabras del Arcángel San Gabriel.
Después del Padre nuestro y el Ave María se suele rezar el Gloria en honor de la Santísima Trinidad.
"Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén".
Es muy hermoso rezar estas oraciones en Latin, la lengua oficial de la Iglesia:
Gloria Patri, et Fílio, et Spíritu Sancto. Sícut erat in princípio, et nunc et semper, et in saécula saeculórum. Amén.
Pater noster, qui es in caelis, sanctificetur Nomen Tuum; adveniat Regnum Tuum; fiat voluntas Tua, sicut in caelo, et in terra. Panem nostrum cotidianum da nobis hodie; et dimitte nobis debita nostra, sicut et nos dimittimus debitoribus nostris; et ne nos inducas in tentationem; sed libera nos a Malo.
Ave María, gratia plena, Dominus tecum, benedicta tu in muliéribus, et benedictus fructus ventris tui Iesus. Sancta Maria, Mater Dei, ora pro nobis peccatoribus, nunc et in ora mortis nostrae. Amen.
Y para quien quiera dar un paso más, les dejamos a continuación el canto del Pater noster gregoriano, para aprender o disfrutar:
Y aquí el Ave María:
Que esta breve y jugosa lección, nos mueva a orar más, y a pedir lo esencial: el cielo.
Que Dios nuestro Señor nos aumente la ESPERANZA.
Buena semana para todos y nos seguimos viendo en este mismo sitio, para seguir fortaleciendo nuestra
Formación,
con Luis María